domingo, 13 de abril de 2008

El Sinai, otro Egipto: desiertos, cañones, soledad y mar

Día 1:
El viaje empieza con un primer escollo. El Sinai esta muy lejos, y la manera de llegar hasta allí de que nos propone Kuoni es un avión pequeño, cutre y ruidoso, de Menfis Airlines que sale con retraso, después de la 3 de la mañana. Esto más o menos lo sabíamos. A si que veníamos preparados sicológicamente, y no fue demasiado mal trago al fin y al cavo. Y teniendo en cuenta que según nos dijeron otros que nos encontramos en el Sinai fue todo un record. ¡Solo 4 horas de retraso!

Día 2:
Llegamos allí muy temprano, sobre las 8 de la mañana más o menos. No recuerdo bien la hora exacta. Y aquí llego la primera de las sorpresas. Nos suben al autobús para repartirnos por los hoteles, y de repente se acerca el representante de Kuoni sonriente hacia mi chica y a mí y nos dice en ese encantador acento egipcio “¿Vosotros sois los del safari?” En ese momento descubrí que estábamos en un “safari por el Sinai” y que íbamos a ser los únicos. El resto que estaba en el autobús solo habían ido a las playas del Mar Rojo. Mi cara de pánico debió ser apoteósica. Yo nunca había ido así de viaje. O los hacia por mi cuenta completamente, o en un grupo. Pero en ese momento la posibilidad de estar una semana perdidos en el desierto, solos con un guía me pareció aterradora.
El resto del día estuve intentando digerir la noticia. Nos alojaron en el Tropicana Roseta. El safari en si, empezaría mañana por la mañana. El hotel es de estos en plan “resort” con casitas casi independientes esparcidas por una ladera. Unos hoteles muy bonitos, pero a mi me parecen poco prácticos, hay que hacer una excursión para ir al restaurante y te dan un mapa para que no te pierdas. El resto del día lo dedicamos a pasear, cambiar dinero y poco más. Había que descansar, que mañana empezaba lo bueno.

Día 3:
Nos levantamos temprano, y desayunamos. Puntuales, estaban esperándonos en la puerta del hotel, los que iban a ser nuestros anfitriones. Baha, el guía (el que nos dio la noticia en el autobús) y Ezzat el conductor. El todoterreno en el que íbamos a ir, no era un último modelo pero parecía y luego descubrimos que estaba en muy buenas condiciones.
Cogemos la carretera hacia El Tor donde paramos a comprar la comida para los próximos días. El Tor es un pueblo sin nada que reseñar. Compramos fruta, carne y verduras, y continuamos el camino. Llegamos a Abu Zenima otro pueblo sin historia donde se nos une una persona más al convoy. ¡Un cocinero! El viaje lo íbamos a hacer tres por Kuoni, y dos viajeros. . Continuamos un rato por la carretera hasta que por fin salimos al desierto hacia un camping que hay cerca de la siguiente parada en nuestra ruta a donde iremos mañana. El Templo de Hathor en Serabit el Khadim. El camping estaba completamente vacío. Nada mas llegar el cocinero se puso ha hacernos la comida. Comimos, comida espartana, simple, pero buenísima. Ensaladas de pimientos con tomate, cebolla, y atún, con queso feta, cebollas picadas con limón y algo de carne y legumbres. Esa fue, con alguna variación mínima, la comida que íbamos a tener todos los días. No había más que hacer hasta la noche así que nos perdimos un poco paseando por un paisaje casi lunar. Mucha arena rodeada de montañas de roca. Las montañas eran parecidas a las que hay antes de llegar a Petra en Jordania como si sobre las rocas hubieran echado chocolate derretido.
Cuando llego la noche tiramos unos colchones en el suelo y dormimos como troncos todos en fila. En ese momento todas las reticencias iniciales se habían olvidado y me estaba dando cuenta de la dimensión de lo que vendría los próximos días. Este viaje no iba a ser como los anteriores. Un nuevo Egipto se nos venia encima. Un Egipto salvaje, con más naturaleza y paisajes que monumentos y tumbas. Un Egipto que me pondría a prueba.

Fotos:
1 Sharm El Seik desde el avion
2 Hotel Tropicana Roseta
3 Comprando comida en El Tor
4 Campamento en el desierto
5 Detalle de las rocas de chocolate derretido
Imágenes Adjuntas

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