domingo, 13 de julio de 2008

Día 6: El Cañón de Arada y el oasis de Kodra

Día 6: El Cañón de Arada y el oasis de Kodra
Día 6:
Nos levantamos, temprano, como siempre. Cerca de la jaima donde dormimos, había otra vez un grupo de niños que venían de no se donde, jugando con los restos de madera que sobraron de la hoguera de la cena de anoche. También había una mujer, con la manta típica para vendernos las mismas baratijas de todos los días. En estas si pique y le compre algo. Casi sin regateos, ya era suficientemente barato. Desayunamos, recogemos y salimos hacia el Cañón de Arada. Empezamos a recoger sobre las 8:00 de la mañana, y después de media hora de ruta botando entre arena y piedras.
El Cañón de Arada es un cauce que alguna vez tubo agua. Según nos dijo Baha todos los años lleva agua en la época de lluvias. La apariencia que tenía era que no llovía desde hace muchos años en este sitio. Al principio todo parecía fácil. El cañón iba estrechándose y profundizando. Era como entrar en el Cañón de Petra, pero a una escala distinta en vez de 5 metros de ancho había tramos que no superaba el medio metro. Las paredes del cañón estaban igual de pulidas. Todo se estrechaba, todo se profundizaba, cada vez nos era mas difícil movernos, me tuve que quitar la mochila mas de una vez, por que tenia que pasar de lado, ya que de frente no cabía. Y la cosa parece que no iba a mejor. De repente llegamos a un sitio en el que había que subir. Las paredes del cañón ya superaban los 10 metros de altura, y el escalón que teníamos que superar ya era de mas de 3 metros. Yo, siempre he sido muy torpe para trepar con lo que me vi con el dilema de volverme o continuar. Mire a Baha que me miraba con su sonrisa de todos los días, y cerré los ojos. Venga, ¡de perdidos al rió! Apoyándome en las paredes que no se separaban mas de medio metro logre subir el primer escalón complicado. Como vi después no iba a ser el único. La experiencia, de todas formas, cuando paso el miedo inicial y vi que podía subir sin problemas se convirtió en algo divertido y pude disfrutar de nuevo del cañón. Las paredes ya eran altísimas y cada vez iban serlo más. Después de unas estrecheces enormes. A veces no solo tenia que quitarme la mochila, si no también meter tripa y aguantar la respiración. Estoy bastante más gordo de lo que seria deseable y aquí se nota. Y entonces llego el megaescalón. Baha se paro y nos miro con cara de preocupación. Lo que íbamos a intentar supera ahora ya no era tan fácil como lo anterior. ¿Tan fácil? Si hace un rato yo había visto imposible ese escalón de 3 metros. Nos dijo que tuviéramos cuidado, y empezó a bajar él antes indicándonos en que parte teníamos que poner el pie. Yo no veía bien, era todo muy estrecho y cuando me acerque a ver donde quería que pusiéramos el primer paso vi, no un escalón, una pared vertical de cómo 7 metros de altura (a mi me parecieron 20) En teoría teníamos que descender por allí. Yo veía a Baha y pesaba, si me caigo y este tirillas me tiene que coger, nos vamos los dos al fondo del cañón. Cogió las botellas de agua que llevábamos y para que no nos estorbaran al bajar, las tiró al fondo resbalando por las paredes. Tardo como 4 segundos en llegar abajo rebotando. Yo veía mi culo rebotando igual, y decidí pensar en otra cosa. Baha me miro, yo mire a mi chica y me dijo ¡venga, quien es el primero! Al final decidieron que fuera yo. A si que de perdidos al cañón. Puse el primer pie en la pared. Mire abajo. No veía donde habían caído las botellas. Me agarraba como podía en los lados. Iba de frente, como me dijo Baha. El estaba a medio camino, en un pequeño saliente colocando mis pies en los lugares indicados. La ventaja es que como era tan estrecho, podíamos encajonarnos entre las paredes y ayudarnos para bajar. Parecía más complicado de lo que al final fue. Ahora le tocaba el turno a mi chica. Yo me puse abajo por si tenía que cogerla. Ella es más ágil que yo y seguro que iba a tener menos problemas, pero tenia que ejercer de hombre, ¿no? Bueno, también reconozco que hice unas cuantas fotos, mientras bajaba por que si no nadie se iba a creer lo que estábamos haciendo. Después de haber superado este escollo importante, seguimos un rato con estrecheces hasta que se abrió el camino de nuevo. Al final, Ezzat estaba esperándonos con una reconfortante botella de dos litros de Tang de naranja. ¡Otra prueba superada!
Al salir volvimos por el mismo camino, y regresamos donde compramos el día antes la leña. Nos estaba esperando el patriarca de la familia en un te calentito. Estuvimos durante un buen rato charlando con el y con sus hijos e hijas pequeños que vinieron a vernos. Éramos la atracción del día. El hombre no hacia mas que hablar, enseñar su boca desdentada y ponernos te y mas te. A mi, ya lo dije, no me gusta el te. Con lo que disimuladamente cuando lo terminaba mi chica intercambiábamos el vaso. No me lo podía creer. Estaba tomando el te en una jaima con un beduino en mitad del desierto. Sentados en el suelo y charlando como si fuéramos amigos de toda la vida. Esto es lo que yo llamo inmersión cultural. Después de que mi chica se hartara de te bebiéndose el suyo y el mío y yo de hacer fotos (era todo tan típico como en los documentales de la 2) nos despedimos con un apretón de manos. Me sorprendió las manos que tenia tan curtidas, la piel tan dura que parecía cuero. Me recordó a las manos de mi abuela en el pueblo. Fue todo muy entrañable.
Cogimos el coche y seguimos hasta la nueva etapa con la típica sonrisa en la cara de cuando te das cuenta que lo que estas viviendo te esta cambiando la manera de ver la vida y te gusta. Y todavía quedaba mucho que conocer, y que experimentar en este viaje.
Aquí nos hicieron tomar una decisión. En el programa ahora venia la visita al Cañón Coloreado, pero Baha nos propuso un cambio ir al Cañón Blanco en vez de al Coloreado. Como solo éramos nosotros los que estábamos, la decisión era enteramente nuestra. A mi me parecía un poco mal, en uno había muchos colores y el otro era solo blanco :P ¡Te quitaban colores, eso estaba mal! Pero bueno, fuera de bromas pensamos: “al cañón coloreado se pueden hacer con excursiones desde Sharm El Seik. Al Cañón Blanco si no vamos ahora ya no vamos a ir nunca.” Con estos argumentos nos fue fácil decidirnos. ¡Al Cañón Blanco! Para el coloreado contrataríamos una excursión durante la semana que íbamos a estar en la playa al terminar el safari. Como habíamos decidido esto, la ruta de este día se desvió al Oasis de Kodra. Un oasis en las proximidades del cañón albino. Al Cañón iríamos mañana este día ya habíamos tenido bastante. Llegamos al oasis. Una agrupación de palmeras donde han montado un tinglado medioestable para acoger a los turistas. Hay un bar en una jaima circular. ¡En el bar había refrescos fríos! No nos lo podíamos creer, ¡por fin una coca cola! Otra que hacia de comedor, también circular. Una cocina en una casita edificada, ¡2 cuarto de baño! Y una especie de pilón resguardado del sol bajo un tejado de palmeras. Tenía como metro y medio de altura (profundidad) tres de ancho y 5 de largo. A nosotros nos pareció un paraíso después de lo que habíamos pasado. Turistas no había. Como todos estos días, menos en el Monte Sinai, estábamos nosotros solos de turistas. De “locales” había muchos. Parecían varias familias que vivían allí del turismo. Solo vimos los hombres, y niños. Las mujeres debían estar escondidas, por que se las oía en los chamizos que había un poco apartados del resto. Tenían un corral hecho de alambrada y poco mas.
Nos colocamos donde quisimos en el comedor que iba a ser donde dormiríamos esa noche y nos pusimos a inspeccionar la zona. Casi desde el primer momento se nos junto una chiquilla muy lista y guapísima que iba delante de nosotros enseñándonoslo todo. E intentando con el poco ingles que sabia mantener una conversación. Era simpatiquísima. Intentamos meternos en el pilón pero el agua estaba ¡helada! Y tenia bastante fauna acuática local, a si que prudentemente solo metimos los pies. La niña se interesó por mi maquina de fotos. Le intente enseñar como funcionaba para ver las fotos. Pero no debía ser la primera que veía por que me la cogió y las vio sin a penas explicación mía. Le hizo gracia alguna de las que había hecho los días antes. Y decía que conocía a alguna de las chiquillas de la entrada al Cañón de Arada. Después la dejamos hacernos una foto y nos hicimos alguna con ella. Ya parecíamos íntimos. Mi chica hizo el amago de regalarla algún caramelo o chicles que tenia para estos casos, pero ella dijo: “¡No! ¡Ramadam!” Es verdad, no lo he dicho. Todo el viaje lo hicimos durante el Ramadam del año pasado. Y la pobre chica tuvo que resistir la tentación y no pudo aceptar los chicles que la dábamos. No había mas que hacer salvo descansar, cuando llego la noche la gente del oasis hizo un corro tumbados en el suelo alrededor de una fogatita y con unos teses (ya se había puesto el sol, y Ramadam lo permitía) Nos invitaron a unirnos a ellos. Lo hicimos, y compartimos unos frutos secos que habíamos comprado en el descenso del Sinai. Era lo único que teníamos. Lo tomaron con cortesía. Solo eran hombres, nosotros (mi chica y yo) podíamos unirnos sin problemas, pero sus costumbres no permiten a una de sus mujeres aproximarse. Cuando terminamos con ellos después de un agradable rato de charla (con la inestimable traducción de Baha) nos levantamos para hacernos la cena. Esto fue gracioso, ya que Isabel les había prometido que les iba a hacer unos spaghetti desde hace varios días. Lo habían preparado todo, y ese era el día. Cogimos prestada la cocina del oasis y ella les explico como preparar la pasta sin que este tan pasada como la hacen ellos. Baha y Ezzat se lo pasaron muy bien viéndola cocinar. Y ya no digamos las carcajadas cuando (entre bromas) tiro un espagueti a la pared a ver si no se quedaba pegado (señal de estar en su punto). De repente la chiquilla de antes, la que no quiso acercar el chicle por ser Ramadam se nos acerco. Y extendió la mano. Entendimos rápidamente, ya no esta en ayuno, ya puede tomarse ese chicle que la ofrecimos antes. Se fue contentísima con un puñado de chicles y caramelos.
Cenamos los espagueti y charlamos hasta las tantas en familia. Como si fuéramos amigos de toda la vida. Cuando ya no nos teníamos en pie, decidimos que ya era hora de recoger e irnos a dormir.

Fotos:
1 _ Llegando al Cañón de Arada
3 _ Entrada al Cañón (no empezábamos a imaginar lo que nos esperaba)
4 _ Primero escollo importante del Cañón
5 _ Esfinge del Cañón de Arada


Imágenes Adjuntas


El camino era muy angosto. Y a veces no cabiamos, literalmente, y teniamos que esforzarnos por entrar. Imaginaros esto con paredes de 15 a 20 metros de altura y con separaciones de menos de 1 metro en algunas zonas.

1 _ Yo
2 _ Mi chica
3 _ el guía
Imágenes Adjuntas

Fotos del Cañón de Arada _ El gran salto
1 _ El gran salto
2 _ Baha explicandonos donde poner los pies
3 _ Yo baje, no sin problemas, ahora lo tenia que hacer ella
4 _ Baha orgulloso por haber terminado bien "el escaloncito"
Imágenes Adjuntas


Fin de Arada _ Te reconfortante
Al terminar en el Cañón llenos de arena, y sudor. Nos esperaban en su humilde morada un lugareño con su familia, que nos invitó a un te y un rato de agradable charla.
Imágenes Adjuntas

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